lunes, 11 de diciembre de 2006

ÁNFORAS Y PERIODISTAS



Sea cual sea el país del mundo en donde se realicen: los procesos electorales ponen a prueba, sin duda, la independencia y el profesionalismo de los hombres de prensa.
El papel que cumplen, ante situaciones tan importantes como son las elecciones de sus autoridades, puede ser determinante en la toma de decisiones de los ciudadanos, pues, es innegable, que influyen en la formación de valores, creencias, hábitos, opiniones y conductas de los distintos sectores.
Los periodistas son, al igual que las llamadas Industrias Culturales, importantes agentes socializadores. No pueden ni deben confundirse con agitadores políticos.
Es obligación de los integrantes del Cuarto Poder brindar información confiable, permanente y oportuna sobre los hechos, las opiniones y acciones de los diversos actores sociales y, de este modo, permitir a la población tener las herramientas necesarias para decidir libremente sobre los hechos más importantes en la Nación, como son la elección de sus representantes.
En una sociedad democrática, los periodistas tienen la responsabilidad de dar a conocer ¿quién o quiénes son las personas que aspiran a convertirse en la nueva clase dirigente?, ¿qué prometió, o promete, el candidato?, ¿qué aspectos ofreció- si ya ocupó algún cargo- que nunca pudo concretar?, ¿cómo quiere realizar y financiar sus promesas? y otras interrogantes que surgen en los miles de electores, que decidirán el futuro del país.
Los hombres de prensa tienen como deber básico, durante las campañas electorales, convertirse en observadores, analizadores y traductores de las propuestas de los candidatos. Pensar cómo desde el periodismo se hace pedagogía para la democracia.
En su labor profesional, tienen la responsabilidad de regirse según el principio de la veracidad. No se puede afirmar que el periodismo se encuentra al servicio de la sociedad si hay cabida para las discriminaciones por razones ideológicas, religiosas, raciales, sexuales o de cualquier otro tipo: al periodista le está vedado desacreditar, insultar o menoscabar.
En la temporada electoral, los candidatos que cuentan con mayor financiamiento para sus campañas son los que aparecen más en los diversos medios, es, en este panorama, en que el periodista debe ser capaz de crear fórmulas efectivas para lograr que todas las propuestas sean conocidas.
Es obvio que no se puede servir a dos señores, por ello los periodistas no pueden dejar que sus simpatías por tal o cual partido político o candidato predomine sobre las responsabilidades que tienen como profesionales, ni permitir ser el móvil para que se filtre información con objetivos encubiertos.

BHUTÁN: UN PEQUEÑO REINO DEL ORIENTE QUE ÓPTÓ POR LA FELICIDAD




Reinos donde se mide la felicidad de sus integrantes y los cumpleaños se celebraban el mismo día que el del rey parecían ser sólo parte de los cuentos infantiles. Sin embargo, esa es la realidad del mágico y místico Bhután, un pequeño país montañoso, sin litoral, situado en la parte oriental de la cordillera del Himalaya.

Poco después de acceder al trono en 1972, el rey Jigme Singye Wangchuk afirmó que a su pueblo no le interesaba el incremento del Producto Bruto Interno (PBI), sino el crecimiento de la Felicidad Nacional Bruta (FNB).
Después de 34 años, el bienestar, el progreso y la prosperidad son medidos en base a la felicidad en todo Bhután.
En el Plan Estratégico Nacional para el año 2020, este pequeño país se propone maximizar la llamada Gross National Happiness (Felicidad Nacional Bruta), que no es más que la combinación del desarrollo socioeconómico equitativo y sostenible; buen gobierno; conservación ambiental y promoción de la cultura tradicional, y pureza del medio ambiente.
La pobreza en este reino es el resultado de diversas circunstancias adversas que se refuerzan mutuamente: falta de posibilidades adicionales de riego, suministro insuficiente de insumos, mal acceso al mercado debido al terreno escarpado, falta de posibilidades de generación de ingresos no procedentes de los cultivos, etc.
En Bhután -donde los 2,1 millones de habitantes son personas muy ricas o muy pobres-, a pesar de la distribución equitativa de tierras y otros bienes, la escasez básica de tierras de buena calidad limita las posibilidades reales de producción de alimentos y generación de ingresos en efectivo.
La renovación y extensión de los canales y el estímulo de la plantación de cultivos hortícolas que se pueden vender en los países vecinos: son las principales medidas para el aumento de la producción.
Por razones culturales y religiosas, las posibilidades de incrementar la producción ganadera son reducidas. Aparte de los cerdos que se sacrifican localmente, todo el resto de la carne se importa.
En este reino, cuyo nombre procede del término Bhotana de origen hindú, la economía depende principalmente del comercio con la India (recibe el 96% de las exportaciones del país y es la fuente de casi el 90 % de las importaciones), debido a que la industria es artesanal en su mayor parte y carece de tecnología. Hasta para la construcción de carreteras se emplea mano de obra india inmigrante.

Gross National Happiness

El principal objetivo del gobierno de Bhután es la felicidad general del país (Gross National Happiness) y, por ello asigna una alta prioridad al libre acceso a la educación, los servicios de salud y suficiente agua limpia y alimentos.
En los últimos años, el crecimiento económico se basó en la expansión de los sectores de la electricidad, la minería (carbón, piedra caliza y mármol se extraen de las minas y canteras y se exportan en bruto o elaborados), las manufacturas y el transporte/ comunicaciones.

Después de treinta y dos años... un encuentro global por la FNB

Tres décadas fueron las que tuvieron que pasar para que, en febrero del 2004, se realizara, en Thimbu (capital de Bhután), el Primer Congreso Internacional sobre Felicidad Nacional Bruta.
En este evento, participaron diversos teóricos del desarrollo, quienes convergieron en la tesis: “El bienestar humano no debe estar tan estrechamente ligado con el crecimiento económico”.
Frank Bracho expuso el tema de la Felicidad como mayor valor humano, enfatizando en el aspecto de que las concepciones dominantes de desarrollo o bienestar han tendido a enfatizar lo cuantitativo antes que lo cualitativo, lo material sobre lo espiritual.
Es cierto que todas las culturas tienen diferentes formas de ver la felicidad, pero son dos aspectos importantes en los que hay un consenso global: la familia y la buena salud.
Bracho propuso que entre los indicadores relacionados con la felicidad personal se encuentran el código personal ético- espiritual, el respeto por todas las formas de vida, la habilidad para cooperar en los otros y la capacidad para expresarse libremente.
Siendo una sociedad muy tradicional, Bhután es cuidadoso al controlar el impacto de la tecnología, restringiendo su disponibilidad. Tal es el caso de la televisión e Internet que se introdujeron, recién, en junio de 1999.
Limitando el número de visas turísticas que emite por año, preserva los lugares sagrados de su cultura. Para los bhutaneses privarse de los beneficios del turismo no tiene ninguna importancia, pues la meta es incrementar la felicidad y no el PIB (PIB per cápita: 1, 833 dólares, según el informe sobre Desarrollo Humano).
Hay una serie de leyes destinadas a resguardar el patrimonio cultural de Bhután. Vestir traje tradicional, por ejemplo, es obligatorio en los lugares públicos: los hombres deben usar una toga corta llamada gho; las mujeres, una falda larga llamada kira.
También es obligatorio construir las casas de acuerdo con la arquitectura tradicional y pintarlas de blanco.

El PIB no puede medir los latidos del corazón

A pesar que parecía ser fácil descartar la noción de la FBN como un concepto con un significado contable- aunque en esencia no tuvo significado y mucha gente no se lo dio-, el Rey Wangchuck de Bhután mostró con el tiempo ser un visionario: los políticos de países más desarrollados y poderosos han aceptado gradualmente la propuesta.
De hecho, hace dos años, más de 80 eruditos y expertos de 20 estados viajaron a Bhután para discutir la operatividad de la Felicidad Nacional General.
Día a día se incrementa el consenso, entre políticos y economistas, que el PIB es inadecuado para proveer una visión de cómo un país está progresando.
Como señaló, en 1975, la ex congresista Marilyn Waring de Nueva Zelanda, muchas contribuciones a la economía se dan por hecho, como por ejemplo: el trabajo voluntario y la calidad (en oposición con la cantidad) en todo lo que hacemos y creamos.
La degradación ambiental y la pérdida de los recursos naturales no renovables no están representadas tampoco.
Afortunadamente, se están introduciendo nuevos sistemas de contabilidad - Índice de Bienestar Económico Sostenible (IBES) y el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (IDH)- con el propósito de representar más adecuadamente el valor real (positivo o negativo) de diversas transacciones económicas. Sin embargo, no se encuentra por ningún lado la felicidad.
Quizá el problema está en la dificultad de convertir la felicidad en un ente medible internacionalmente.
El concepto de felicidad significa diferentes cosas para diversas personas y es valorada de manera distinta en una u otra cultura. Por ello, cualquier intento de evaluarla requiere un amplio conocimiento intercultural.

VIDAS QUE TRABAJAN POR OTRAS VIDAS

Como un volcán, debido al fuerte calor en las entrañas de la tierra, eran expulsados, de rato en rato, kilos de desperdicios, que en el momento se constituían en el banquete de los cerdos que criaban los pobladores de Dos de Mayo.

Cada pedazo de basura representaba la esperanza de un minuto más de vida. Era 1955 y alrededor de la hermosa Ciudad de los Reyes, se empezaban a formar los primeros pueblos jóvenes.
Los habitantes de Dos de Mayo, ubicado en la margen izquierda del río Rímac, vivían en chozas sin agua ni luz. Habían llegado de lugares como Piura, Ayacucho y Apurímac con el sueño de que en la capital se encontraba el progreso.
Entre enfermedades como la sarna y sífilis, sobrevivían criando chanchos, a los que después vendían en los mercados de la capital.
Los niños se convertían a veces en el almuerzo de las ratas, que les devoraban las orejas o la nariz.

Mientras que en un rincón de Lima, los pobres se encontraban olvidados, a miles de kilómetros de distancia, en Francia, un joven de ojos color cielo se consagraba como sacerdote de la orden religiosa Misioneros Redentoristas.
Ese hombre delgado y de piel tan blanca como los nevados arequipeños estaba enamorado del Perú sin conocerlo.
La pregunta de su superior de elegir entre estudiar un curso de moral o participar en las misiones en Sudamérica fue sin saber el momento en que ambas historias se unirían: Pablo Potraín Müler y Dos de Mayo jamás se separarían.


El amor por los más necesitados

“Hijo, tú te has vuelto sacerdote para los pobres nunca lo olvides”: fueron las palabras de Manuel Potraín, su padre, el día que se ordenó como sacerdote.
Pablo nació, el 14 de setiembre de 1941 en Francia, en una provincia muy pobre. Sus padres fueron Manuel Potraín y Celestina Müler. Sus ganas de trabajar por los que nada tienen las heredó de su progenitor, un ex militar que vivió desde muy joven en una iglesia católica debido a que era perseguido por el ejército alemán.
Su amor por los pobres hizo que no le importara que la Congregación de los Misioneros Redentoristas en Lima decidiera separarlo años después, por no obedecer la orden de irse a otros lugares a predicar: no debía echar raíces.
El Reverendo Padre Pablo Potraín llegó a Lima el 27 de noviembre de 1937. Sus superiores lo enviaron a Ayacucho y después a otros departamentos del país. Hasta que diecinueve años más tarde, formando parte de la Gran Misión de Lima, llegó a Dos de Mayo.


Construyendo un lugar de vida en Dos de Mayo

Pablo Potraín sabía que la misión no iba a ser fácil. El terreno sobre el que vivía la gente tenía como base hasta 3 metros de altura de basura. Además, las personas no estaban acostumbradas a practicar la vida cristiana.
A pesar de haber comunicado casa por casa la celebración de la misa, los únicos que lo escucharon, debajo de una improvisada y barata carpa, fueron una señora y su perro.
La misión, que empezó en febrero de 1956, necesitó cada vez de la ayuda de más personas: se convocó a jóvenes catequistas de los sectores más pobres de esa gigantesca Lima.
Benyamick, verdadero nombre de pila del R. P. Pablo, quería construir una parroquia en su comunidad, mas los escasos recursos no le impidieron cumplir su sueño: no se rindió y decidió concursar en el programa televisivo del recordado Pablo De Madalengoytia.
Si se cumplían las cinco tareas del juego, el concursante podía pedir que le concedieran cualquier deseo. El Padre junto a un grupo de jóvenes misioneros logró realizar sólo tres actividades.
Pablo De Madalengoytia le preguntó, frente a cámaras, el porqué quería ganar el concurso. Benyamick dijo que su sueño era construir una iglesia en el pueblo joven de Dos de Mayo.
Después de algunos días, eran descargados en el espacio, que actualmente recibe el nombre de La Cotera, toneladas de materiales para la construcción del templo.
En 1996, en reconocimiento a su destacada labor social, la Universidad de Piura le otorgó el Premio Campodónico. Con el dinero en efectivo que recibió decidió ampliar la parroquia de su comunidad y, además, ayudó a algunos jóvenes que querían estudiar fuera.
Uniendo sendas

Los padres Misioneros Redentoristas estaban realizando la Gran Misión de Lima y necesitaban gente que los apoyaran en su trabajo pastoral. Entonces convocaron a jóvenes de diversos distritos de Lima, mas las únicas que asistieron fueron seis jóvenes señoritas.
Entre ellas se encontraba una joven muchacha de profundos ojos negros, llamada Irene Eliot Gamarra. Sin saberlo estaba a punto de unir su vida a la del pueblo joven Dos de Mayo.
Era 1956 y se encontraba en el punto de partida de la labor que le robó su juventud y también la del R. P. Pablo.
Estas muchachas llegaban demasiado tarde a sus casas, situación que era muy mal vista en la sociedad recatada de aquellos años, por ello el Padre decidió alquilar una casa para que vivieran juntas.
La falta de recursos fue la principal razón para que algunas optaran por retirarse, pues a veces no tenían donde dormir ni comer y debían ir de comunidad en comunidad. Cenaban en Chosica y dormían en el Cercado.
Sólo Irene Eliot Gamarra y Anita Soprani decidieron quedarse y algún tiempo después tomaron los hábitos: pasaron a ser parte de la Congregación de las Hermanas Misioneras del Perpetuo Socorro.
La Hermana Irene Eliot Gamarra, desde ese momento, decidió que su vida estaba junto a los más pobres. Junto al R. P. empezaron la lucha que aún no acaba para ella.


Recuerdos de una lucha que aún no acaba

Sus ojos del color de una noche estrellada observan fijamente a la Virgen del Perpetuo Socorro, que se encuentra en su despacho, y luego de unos minutos comenta que ya no bastaban una ni dos horas de su tiempo, era necesario dar toda su vida.
«Nosotros llegamos cuando esto era una chacra. Dos de Mayo no se parece en nada al que conocimos», dice la Hermana Irene Eliot Gamarra, mientras su mirada se pierde entre los recuerdos.
Nació en el Rímac, el 3 de junio de 1926, era catequista cuando conoció al R. P. Pablo Potraín Müller. Luego de acompañarlo, junto a la Hermana Anita Soprani, a diversos asentamientos humanos, se dio cuenta que ese era su camino: trabajar junto a los más necesitados.
Aunque ya no recuerda el nombre de sus progenitores, ni el de ningún otro familiar, dice que sus padres se molestaban, pues llegaba demasiado tarde a su casa.
«Tenía solamente 15 años, era seglar. Mis papás se molestaban, porque salía antes de las 5 de la mañana y llegaba después de la 10 de la noche. Todos los días visitábamos diferentes asentamientos humanos. Un día llegamos aquí, el R. P. Pablo Potrain, la Hermana Anita Soprani y yo, y nos dimos cuenta que no podíamos irnos sin ayudar a esas familias que vivían en paupérrimas condiciones», afirma, mientras el viento de la tarde, que ingresa por una de las ventanas, permite que el pañuelo negro que lleva en la cabeza se eleve y muestre el paso de los años.
La vida de Irene Eliot no fue fácil. Cuando sólo tenía escasos 6 años, perdió a su progenitor Javier Eliot, un abogado que viajaba mucho, y, 23 primaveras más tarde, falleció su madre la señora Victoria Gamarra.
La Hermana decidió pertenecer en 1956 a la Congregación de las Hermanas Misioneras del Perpetuo Socorro. Esta comunidad, que fue fundada por el R. P. Pablo Potrain Müller y la Hermana Anita Soprani, actualmente se encuentra integrada por cuatro religiosas con votos perpetuos (Irene Eliot, Anita Soprani, Carmen Carrasco e Ivonne Caminada) y dos novicias.
A parte de los tres votos obligatorios que realizan, existe un cuarto, que es el de renuncia a la familia. Al parecer, debido a ello perdió todo contacto con sus hermanos (Aurora, Carlos y Guillermo) y sobrinos que vivían en el Rímac.
«Junto al R. P. Pablo y las hermanas Anita Soprani y Ana Potrain, quien había renunciado a su congregación Las hijas del Santísimo Redentor en Francia, empezamos a luchar por esta comunidad», sostiene la Hermana Irene.
Comenta, además, que Ana Potraín fue llamada por sus hermanos (los RR. PP. Pablo y Gerardo Potraín) para curar a niños y adultos enfermos, ya que, en ese tiempo, ese lugar no contaba con ninguna posta médica.
Luego se abrió un policlínico que atiende hasta el día de hoy. La consulta era gratuita hasta que después de algunos años las donaciones empezaron a disminuir y tuvieron que cobrar 4 soles, precio que no varía desde 1990.
La Hermana Irene recuerda que para trabajar organizadamente, hicieron unas fichas en las que se consignaban los datos necesarios para poder identificar la situación en la que se encontraba cada familia.
Luego de recogida la información se dieron cuenta que en la mayoría de los matrimonios trabajaban el hombre y la mujer, por lo cual dejaban a sus niños encerrados en sus casas la mayor parte del día.

Estos pequeños se encontraban expuestos a una serie de peligros, ya que no contaban con la supervisión de un adulto: el joven Padre decidió entonces que era necesaria una cuna guardería. Su fundación oficial fue el 1 de abril de 1970.
A este lugar llegaban, a partir de las 7: 30 de la mañana, niños en edades desde los 15 días de nacidos hasta los 8 años. Eran atendidos por la Hermana Irene Eliot y cuatro señoritas que vivían también en Dos de Mayo.
Eliot Gamarra dice que gracias a esas fichas también descubrieron que habían jóvenes que necesitaban educación superior y para ayudarlos pidieron algunas donaciones a los familiares franceses del Padre Pablo.
«Pudimos ayudar a muchos jóvenes, habían algunos que querían estudiar educación y otros enfermería. Ellos también trabajaban con nosotros, pues enseñaban en la cuna - guardería», recuerda Eliot, mientras apoya el mentón sobre la mano derecha.
La Hermana Irene, cuyos pasos son cada vez más débiles debido a la acción del tiempo, afirma que no habían tampoco colegios, por ello cedieron una parte del terreno de la iglesia para construir un centro educativo.
Antes la única forma de llegar a Dos de Mayo era caminando, por ello las maestras a veces no podían venir a enseñar. La Hermana Irene y las demás religiosas debían reemplazarlas, teniendo que dictar clase en dos colegios.
Eliot cuenta también que lograron abrir la cooperativa El Hogar, la cual prestaba tres veces el sueldo que percibía un trabajador. Gracias a estos préstamos, muchas personas lograron construir sus viviendas. En este lugar, también podían adquirirse artefactos o víveres.
La Línea 49 también fue una de las que solicitó los servicios de la cooperativa para poder comprar una flota de autos, lo cual permitió que las personas, que vivían en ese asentamiento humano se desplazasen con mayor facilidad.
En una pequeña habitación, del tamaño de dos cabinas públicas de teléfono, se brindaba asesoría legal gratuita a las personas de escasos recursos económicos. El Dr. Stricker, abogado alemán, venía a pedido del Padre a apoyar a la comunidad.
La Hermana dice que los años pasaron y su misión fue creciendo, y que trabajaron mucho (el R. P. Pablo Potrain, las Hermanas, los padres de familia, etc.) para lograr cambiar la condición de vida en la que se encontraban muchas familias en 1956.
«Seguiremos trabajando por esta comunidad, aún me quedan fuerzas, con la ayuda de Dios podremos seguir caminando».Aunque el alzheimer y su vida son como el ave carroñera y la presa que en cualquier instante puede ser atrapada, Irene Eliot no se rinde y teniendo como arma su sonrisa inmensa como el mar, no permite que le arrebaten sus recuerdos.

lunes, 27 de noviembre de 2006

UNA MUJER COMO POCAS


Aguerrida, bella, huraña, optimista y perseverante parecen ser los mejores adjetivos para hablar de la ferviente defensora de la libertad de prensa en el Perú: Doris Gibson de Parra.


“Doris personifica la captación de una doble inspiración poética por angas y mangas. La estirpe arequipeña con la ironía de inglesa y el flujo de la serranía. Gibson y Parra del Riego, dos nombres que tanto significan”, afirmó, en alguna oportunidad, el recordado ex presidente, Fernando Belaúnde Terry.
Gibson es una mujer que siempre supo tomar por sí sola sus decisiones, incluso antes de nacer ya sabía lo que quería. Era, el 28 de abril de 1910, cuando Percy Gibson Moller y su esposa Mercedes Parra de Riego se encontraban embarcados en un buque alemán, que los trasportaría del Callao a Mollendo. De pronto la señora Mercedes tuvo los dolores de parto y fue trasladada en tranvía hasta la Plaza Dos de Mayo: La Doris (como la llaman en Yanahuara y distritos aledaños), quería conocer el mundo.
Algunos meses después, la familia no retrasó más el viaje y se trasladó a Arequipa. Los Gibson Parra vivieron en una casa grande de propiedad de los Moller y también en la quinta Romaña. Los domingos estaban dedicados a los abuelos paternos, Enrique W. Gibson y Doris Moller.
Doris Gibson, mezcla de raíces británicas y characatas, siempre estuvo rodeada de poetas y artistas que visitaban a su padre, el escritor bucólico Percy Gibson, fundador del grupo literario Aquellarre.
Desde muy niña aprendió a ser madre. Por ser la mayor de la prole, tuvo que cuidar a sus hermanos. En el libro Presencia de la mujer en el Periodismo Escrito (1821- 1960), afirmó que sus padres sólo tenían tiempo para amarse.
A los trece años se alejó de aquellos nevados, que fueron testigos de sus innumerables travesuras, y regresó a la capital junto a sus progenitores y sus siete hermanos.
Cuatro años después conoció a un apuesto joven diplomático de ojos azules, hijo del Cónsul General de Argentina en el Perú: Manlio Zileri Larco. Gibson recibía el amoroso nombre de Pichoncita en cada una de sus cartas.
El día de su boda, hasta los lentes fotográficos estuvieron de etiqueta. Su matrimonio sólo duró 7 años, pues debido a la enfermedad de su pequeño Enrique, viajó a Arequipa en busca de un clima favorable que lo librara del asma. Durante ese tiempo, como afirmó, en una entrevista a Caretas, cambió de opinión y decidió no seguir casada.
Después de viajar por Europa y diversas partes de Sudamérica, conoció, en Lima, el amor por el que luchó hasta que no pudo huir más de la factura del tiempo: el periodismo.
La Doris se vinculó a la revista Turismo y luego, a pesar de que en los años ’50, el campo de la política estaba reservado sólo para el sexo masculino, decidió pelear por un lugar para la mujer en terrenos que no fueran de belleza ni modas: junto a Francisco Igartua decidieron fundar Caretas.
Cuando apareció Caretas, los portales de la plaza San Martín, los cigarrillos y las tazas de café eran los primeros en conocer qué reportajes, textos, y entrevistas se realizarían. Luego la charla se trasladaba a una pequeña oficina de la calle Boza.
A pesar de su detención en 1952 y de la requisa de los ejemplares de Caretas, por pedir la derogatoria de la Ley de Seguridad Interior, Doris Gibson, con esa perseverancia arequipeña que la caracteriza, no se calló y siguió enfrentándose con todo aquel que estuviera en contra de los derechos que defendía.
Imagínese a una elegante, blanca y delgada mujer sobre un cajón, ofreciendo, a viva voz, en la plaza de Arequipa, los ejemplares de la revista Caretas: esa es la señora Doris Gibson.
Defensora, a capa y espada de la libertad de Prensa, no permitió que nadie la intimidara. En 1968, cuando el inspector Prado de la PIP entró violentamente en la redacción y a patadas abrió la puerta, con la consigna de clausurar la revista, Doris Gibson, que estaba dentro, le dijo, con furia characata: “¿No le da vergüenza, a su edad, dar puntapiés a la puerta?, hágame el favor de salir y tocar el timbre si quiere entrar”.
Gibson no aceptaba un no por respuesta. Es así que no dudó en presentarse, en el despacho del Gral EP Juan Velasco Alvarado, para exigirle que levantara la orden de captura en contra de su hijo Enrique. El Chino prometió hacerlo, pero ella amenazó con no irse hasta escucharlo por radio. Después de unos minutos, el comunicado era transmitido, mientras que ambos se tomaban una botella de licor.
Siempre se preocupó por lo que sucedía en su país. A Doris Gibson se le podía encontrar en la peña Pancho Fierro, debatiendo sobre la importancia de lo nacional, con Elvira Luza, las hermanas Alicia y Celia Bustamante, Julio Codesido, Camino Brent y Arguedas. En el octavo piso de Camaná, realizaba almuerzos donde asistían diversos personajes de la intelectualidad peruana.
Su belleza deslumbró a políticos, historiadores, poetas y hombres famosos. El reconocido pintor Sérvulo Gutiérrez la convirtió en la musa de sus óleos, captando en sus cuadros el detalle de sus largos dedos y la forma de colocar sus manos al conversar.
En 1952, fue condecorada con la Medalla Cívica de la Ciudad por el alcalde de Lima, Alfonso Barrantes Lingán. Ese mismo año, recibió la Orden del Sol en el Grado de Gran Oficial.
En 1966, el Consejo de Arequipa le entregó una medalla de oro en reconocimiento a su distinguida labor y amor por su ciudad adoptiva: sentimientos reflejados en el sinnúmero de artículos que Caretas le ha dedicado.
El cariño por las costumbres populares se reflejaba en cada una de sus acciones. En su casa antigua de Camaná, se podían encontrar los más variados retablos indigenistas y las más finas piezas de cerámica andina.
Durante años la acompañaron objetos virreinales como esculturas, columnas, ángeles, arcángeles, platería, baúles, muebles antiguos y sus clásicos peroles de cobre: tesoros que han sido entregados al Museo Riva Agüero.
Debido a su ilustre trayectoria periodística fue reconocida y condecorada, el 2 de octubre del 2002, por el presidente Alejandro Toledo Manrique.
Ella no pudo asistir a la ceremonia, por ello el Mandatario fue a buscarla a su domicilio. El Jefe de Estado y su personal de seguridad se quedaron atascados en el ascensor, al no hacer caso al aviso de cinco personas como máximo.
Sus 95 abriles no le han podido arrebatar el deseo de luchar. A veces olvida que ya no va a la revista hace varios años y exige, como si estuviera contra el tiempo, su ropa para salir firmar los cheques.
Los azules ojos de su esposo hasta hoy la acompañan reflejados en el color de algunas paredes. Ella y su hermana menor Rosario comparten sus años maduros.
La figura de Ninfa que robó más de una mirada y produjo un sinnúmero de poemas ahora sólo forma parte del recuerdo. Los años han invadido su rostro y cada uno de sus cabellos.
Doris Gibson sufre de los pulmones. Los inviernos son fatales para ella, pero luchadora como siempre no tiene miedo a robarle más años a la vida.

CRÓNICA DE UNA NOCHE DE LUNA LLENA



Todo estaba listo. La cita sería el 26 de enero a las 19 horas en El Agustino. El reloj indicaba que sólo faltaban algunos minutos para ingresar. No era un encuentro cualquiera. Sería un recorrido por algunas de las 20 hectáreas del Museo Cementerio Presbítero Maestro: era una de las esperadas Noches de luna llena.



Las rejas de la puerta N.° 4 se abrieron y el vehículo de la Beneficencia de Lima ingresó inmediatamente. Las antorchas amarillas y las velas, en el suelo, creaban un ambiente de misterio. Un hombre amable, de no más 150 centímetros de estatura y de contextura delgada, guió nuestros pasos: era el historiador José Bocanegra, trabajador de la Beneficencia de Lima.
Cada vez era más difícil ver el camino. Las linternas de mano se usaban, de rato en rato, para evitar las caídas, debido al terreno pedregoso, muy parecido a las calles de la Lima antigua.
En el viaje a través de las imaginarias hojas de la historia, Matías Presbítero Maestro- el clérigo que llegó al Perú, a fines del s. XVIII, para dedicarse al comercio- tomó el lugar del joven historiador, adoptando el castellano actual, y después de contar que nació en Vitoria (Viscaya) en 1776, empezó a presentarnos a cada uno de los personajes invitados a la celebración llamada Lima de Antaño, en homenaje a los 471 años de la Ciudad de los Reyes.

José Antonio Lavalle Arias de Saavedra- personaje que inspiró a Chabuca Granda para escribir José Antonio- fue el primero en presentarse. Había nacido en 1833 y era descendiente de una noble familia limeña. Llegó a ser canciller del Perú y tuvo la misión de ir a Chile para evitar que la guerra estallara. No fue bien tratado en tierras mapochas.


José Antonio, quien firmaba con el seudónimo de El Licenciado Perpetuo Antañón, escribió el libro Tradiciones limeñas. Añoraba una época que ya no existía, el caos y los golpes de Estado habían acabado con esos tiempos.
Mientras caminábamos al encuentro de Manuel Atanasio Fuentes, Presbítero Maestro comentaba que fue el virrey Abascal, quien le encomendó la construcción de un cementerio general. “Este lugar va a cumplir muy pronto 200 años. Se fundó en 1808. Fue el primer campo santo público y se construyó debido a que, a fines del siglo XVIII, las bóvedas estaban a punto de colapsar. Los cadáveres se convertían en el banquete de los perros, que después de excavar se llevaban los restos”, decía.
Las hermosas letras de un vals criollo permitieron a Matías Maestro tener un preámbulo para contar la historia de El Murciélago, del polifacético Manuel Atanasio Fuentes, quien fue abogado, periodista, miembro de la Corte Suprema de Justicia, estadista, autor y editor de libros.
Fuentes vivió hasta muy anciano. Sus litografías han servido para reconstruir sitios históricos. Gregorio Paz Soldán y Castilla fueron- reconoció El Murciélago- algunas de las víctimas de mis letrillas.
Mira, ésta es la avenida central, algunas la llaman la Avenida de La Muerte, decía el clérigo, mientras señalaba el lugar, que está detrás de la puerta N.° 4. El monumento que se encuentra al fondo y en el punto medio es el de Ramón Castilla. Estuvo enterrado, en este lugar, hasta 1924, luego lo llevaron al Panteón de los Próceres... Sigamos caminando.
Esta es la siguiente parada. Aquí está uno de los padres del teatro nacional: Felipe Pardo y Aliaga. Su nicho es el más fino del cementerio. El lugar donde descansa alude a lo que fue su vida y obra: la máscara griega representa el teatro y el sillón, sus últimos 25 años, los que vivió completamente paralítico y ciego.
Pardo, criticaba las costumbres de la época y sostenía que algunas debían desaparecer, tal es el caso de los baile limeños.
El clérigo, observaba a su alrededor, buscando el próximo nicho, mientras explicaba que Lima era, en su tiempo, una ciudad muy pequeña, amurallada. No excedía los límites de lo que ahora es por el sur, la avenida Grau; por el este, Barrios Altos; por el oeste, un tramo de la Av. Alfonso Ugarte y por el norte, el río. Pasando el río estaba el arrabal San Lázaro, lo que ahora es el Rímac. Para construir el cementerio se buscó un terreno fuera de la muralla, que era una chacra de pepinos.

A prácticamente 30 metros de distancia de Pardo se encuentra Manuel A. Segura. Su mayor preocupación fue- afirmaba el guía- rescatar las costumbres y tradiciones de Lima. No usó el lenguaje anquilosado en sus representaciones, sino un habla de uso cotidiano. Fue militar y llegó hasta el grado de mayor.
El siguiente invitado a esta noche de Lima de Antaño fue Ricardo Dávalos y Lizón, un escritor que murió a los 25 años. Era un abogado sin suerte- dijo el clérigo con un poco de tristeza-. Escribió Lima de Antaño, donde su tema principal eran los carnavales. Decía que en vez de echarse agua, debían regalarse pomitos de agua perfumada.
Durante 150 años, este cementerio tuvo el monopolio de los entierros. No existía El Ángel ni panteones privados. Todos llegaban a este lugar: ricos, pobres, literatos, políticos, historiadores, presidentes, ministros, bomberos, etc.
Siguiendo con el recorrido no quiso pasar de largo a Mariano J. Reyes y comentó que este personaje fue comandante de la corbeta América y que murió, junto con algunos de su tripulación, en el maremoto de Arica, después de brindar ayuda a la población damnificada por el terremoto.
A pesar de que Clorinda Matto esperaba ansiosa escuchar la guitarra y el cajón, Presbítero primero la presentó. Clorinda fue una mujer que no se amilanó ante los prejuicios de la época. Escribió algunas tradiciones sobre su lugar natal el Cuzco. Fue perseguida y sus obras quemadas a fines del s. XIX, pues, según se decía, iban en contra de la moral y las buenas costumbres.
Otro vecino de la Lima antigua fue el piurano Luis Antonio Eguiguren, quien llegó a ser alcalde de la ciudad, rector de la Decana de América y candidato a la presidencia en 1936. Desentrañó cada uno de los nombres de las calles limeñas: Siete Jeringas que quedaba a la espalda del Hospital San Andrés en Barrios Altos; Ya Parió, cercano al actual mercado Aurora; El Huevo, donde nació Micaela Villegas, Siete Pecados, en Amazonas, etc.

La morada de los héroes

Después de casi 40 minutos de caminar por la sección histórica del cementerio, llegamos a la Cripta de los héroes. Este lugar fue construido, en 1908, durante el gobierno de José Pardo y Barreda, con la finalidad de concentrar, en un sólo lugar, los restos de los combatientes de la Guerra del Pacífico, que se encontraban en los cementerios de Tacna, Arica, Junín o en fosas.
Originalmente sólo contaba con dos niveles, recién en 1980, se construyó el tercero. Cáceres presenció la ceremonia. Murió muy anciano, casi a los 90 años. Cuando falleció, en 1923, fue traído a descansar al lado de los demás combatientes. Actualmente, son 294 los restos identificados.
Hay osarios con restos de personajes anónimos que participaron en la batalla de Huamachuco, San Pablo, Tarapacá, Angamos u otras. Alrededor se encuentran nichos individuales con el nombre del combatiente, su grado y el hecho bélico en el cual participó.
Leoncio Prado, Pedro Ruíz Gallo- el gran inventor y actual patrono del Arma de Ingeniería, que murió construyendo torpedos para la defensa de la ciudad-, Melitón Carbajal, Alfonso Ugarte, Remigio Morales Bermúdez, Juan Guillermo More, comandante del buque Independencia, Lizardo Montero, que llegó a ser vicepresidente del Perú, y otros defensores de la nación están aquí- dijo Matías Maestro, señalando en diferentes direcciones-.
Ahora, hay nueve nichos vacíos que esperan la llegada de los restos de los otros héroes. En marzo del 2005, fueron encontrados, en el cementerio de Moquegua, los restos de un jefe de artillería en el combate de Arica.
Las únicas dos mujeres en la cripta son Antonia Moreno, esposa de Cáceres, y Leonor Ordóñez. A pesar de que el Ejército estaba integrado sólo por hombres, las mujeres tuvieron un papel importante desde las mal llamadas rabonas, hasta aquellas que pusieron de su parte para ayudar al ejército a terminar con la ocupación de la capital.
Cuando se produjo la invasión de la ciudad, Cáceres fue herido y se ocultó en el convento de San Pedro para poder recuperarse e irse a la sierra a continuar con la resistencia. Antonia Moreno decidió quedarse y soportar los abusos de las tropas, que buscaban incansablemente a su esposo.
Moreno se dio maña para poder conspirar y recolectar pistolas, bayonetas y balas. Supo evadir a los piquetes de soldados que se encontraban cada 2 cuadras y a los pelotones ubicados a la salida de la ciudad.
Gregoria Laynes su empleada, una mulata alta, se amarraba los fusiles al cuerpo y se ponía un chall para no ser descubierta. Además, en su canasta ocultaba balas que ponía debajo de las verduras y frutas. Muy tranquila pasaba delante de los soldados sin ser sorprendida.
Al salir del tercer nivel de la cripta, el guía del siglo XIX comentaba que el nombre de paseos de Noches de luna llena surgió debido a la travesura que cometieron José Carlos Mariátegui, Abraham Valdelomar y una bailarina rusa Norka Rüsca, quienes bailaron a la media noche, en el cementerio, la Danza Macabra. Fueron arrestados, pero después quedaron libres de todo cargo. Estos recorridos nocturnos -afirmó- también se realizan en Colombia y en La Recoleta de Argentina.
Ricardo Palma, El Bibliotecario Mendigo, fue el último de los invitados...Las aves negras abandonaron por unos minutos sus guaridas para evitar las luces de las antorchas y linternas. Palma escuchó, al ritmo de guitarra y cajón, la melodía de un vals criollo que con sus letras invitaba a la despedida.
El reloj marcaba las 23 horas, y el clérigo dejaba su lugar al joven historiador, era momento de que la máquina imaginaria del tiempo regresara al conmocionado siglo XXI.